El académico del Departamento de Ciencias Sociales, Dr. Marco Antonio León, acaba de reeditar, de manera ampliada y actualizada, el libro “Sepultura sagrada, tumba profana. Los espacios de la muerte en Santiago de Chile, 1883 y 1932” a través de Ediciones Historia Chilena. La obra estudia una serie de aspectos relacionados con la muerte en un marco cronológico definido por dos hitos legales: la primera ley laica de cementerios de 1883 y el primer reglamento nacional de cementerios de 1932.
El Dr. Marco León explicó que si bien buscó hitos legales para lograr una periodificación del tema, la obra trasciende el ámbito legal y normativo, adoptando una aproximación a ciertos aspectos del estudio de la muerte desde una perspectiva más bien sociocultural y antropológica.
En este caso, si bien el libro tiene un énfasis en los espacios de la muerte, principalmente en el Cementerio General de Santiago y el Cementerio Católico de la misma ciudad, también se incorporan otros aspectos de la muerte que en opinión del autor dan mayor solidez a la investigación, a la vez que permiten incorporar otros factores que los cementerios por sí solos no son capaces de revelar tales como las ideas, las supersticiones relacionadas con la muerte, o los rituales, por mencionar algunos ejemplos.
“En el libro se busca entender a los cementerios no solo como los espacios de la muerte, sino como espacios que a la vez pueden ser una fuente para la historiografía, y por eso, en la medida que esa fuente también presenta vacíos o limitaciones, esos vacíos son complementados con lo que señalo: un estudio más general sobre las ideas, creencias, supersticiones y los rituales que también complementan la comprensión de la muerte en función de los espacios que definimos como los cementerios”, expresó el Dr. León.
El texto busca plasmar una mirada amplia e interdisciplinaria, acercándose bastante a la sociología y la antropología, puesto que la muerte ha sido una temática bastante trabajada en el extranjero desde la década de 1960. “Las Ciencias Sociales, en algunos casos, son algo más progresistas o más visionarias que la historiografía. Tratan algunas temáticas de manera más profunda, con mucha anticipación y a veces la historiografía llega con posterioridad”, comentó el investigador UBB.
El académico del Departamento de Ciencias Sociales aseguró que el libro está pensado para que sea accesible a cualquier lector interesado, y las imágenes que aparecen no solo ilustran sino que complementan el texto.
“El propósito en esta investigación, más que reconstruir fácticamente un periodo o una temática, era encontrar el sentido que la sociedad santiaguina le asignaba al fin de la existencia, el cual puede ser aplicable, respetando las diferencias geográficas y culturales, a cualquier otro lugar de Chile”, detalló el Dr. León.
Consultado sobre las principales representaciones de la muerte en este periodo (1883 y 1932), el Dr. Marco León identifica tres representaciones esenciales: la representación religiosa; la representación laica; y la mirada médica científica sobre este fenómeno.
“La muerte experimenta varias representaciones. La representación religiosa entiende a la muerte como un paso para la trascendencia, un tránsito al más allá donde habrá una mejor vida, que es el discurso que impone la Iglesia Católica, y que cobra sentido en un Estado que hasta 1925 tiene una religión oficial: la católica, apostólica y romana”, ilustró.
La representación laica implica la existencia de distintas ideas vinculadas al liberalismo. Desde esta perspectiva también se considera a la muerte como un concepto que debe respetarse y conmemorarse, pero la idea de trascendencia es distinta a la de la religión católica.
“La trascendencia se manifiesta en la monumentalidad, en cómo la muerte puede proyectarse a partir de las grandes tumbas, mausoleos; una estética que en muchos aspectos refleja también la vida cotidiana de las elite o de la oligarquía santiaguina. Así como la elite está construyendo palacios para vivir, que buscan imitar modelos europeos, modelos asiáticos, en los cementerios, y especialmente en los mausoleos del Cementerio General también se proyecta eso. Tumbas que representan panteones griegos, basílicas en miniatura que mezclan estilos, obras de arte vinculadas a las tumbas como esculturas, estatuas monumentales, medallones, fotografías de la persona fallecida…”, describió el autor.
Dichas representaciones, también incorporan las diferencias sociales, porque las personas que no pueden costear las obras monumentales, sí mantienen el recuerdo y la conmemoración entre los familiares. Se transita así desde el mausoleo a la tumba de tierra o la fosa común para indigentes, porque la diferenciación social se reproduce también dentro del cementerio. “A la larga, sostengo que a su manera, estos cementerios son ciudades de muertos, son ciudades que también representan y reflejan la ciudad de los vivos de la cual son parte”, aseveró el académico UBB.
La tercera representación de la muerte se refiere a la mirada médica sobre el fenómeno. El autor explica que desde 1870 ya existe un cuerpo médico que se está profesionalizando y que aborda la muerte, las enfermedades, desde un punto de vista distinto, más ligado a lo cuantitativo y a la profilaxis y cuidados que se deben tener frente al cadáver. El cuerpo médico también entiende a la muerte de una manera masiva, especialmente en los periodos en que hay enfermedades epidémicas como el cólera, que es muy propio de la década de 1880, entre otro tipo de enfermedades.
“La perspectiva médica vincula a otros espacios mortuorios, porque estos no se circunscriben solo a los cementerios. La morgue o el futuro Instituto Médico Legal, o los propios cementerios que mantuvieron algunos hospitales también son espacios de la muerte que generan estadísticas, recuentos, que son de interés para los médicos”, comentó el Dr. Marco Antonio León.