Alrededor de 130 personas entre integrantes de la comunidad universitaria, representantes de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos de Ñuble, del Comité Verdad y Justicia de Ñuble y agrupaciones juveniles, se congregaron en el Memorial de Homenaje a los Detenidos Desaparecidos y Ejecutados Políticos emplazado en el Campus La Castilla con el propósito de honrar a las víctimas del aciago periodo.
El decano de la Facultad de Educación y Humanidades, Marco Aurelio Reyes Coca, destacó el sentido y la importancia de recordar el periodo de quiebre institucional y a quienes padecieron directamente las consecuencias del golpe. “Nunca vamos a olvidar a todos aquellos de los nuestros que cayeron, estudiantes, profesores, algunos muy cercanos, como el caso de nuestro querido amigo Sánchez, quien fuera director del Departamento de Ciencias Naturales en aquel momento; de Reinaldo Poseck, cuyas fotografías están en este memorial, que hace algunos años hemos levantado para contribuir a mantener y sostener este recuerdo (…) Puede haber perdón, pero sin olvido, no nos olvidamos de los acontecimientos que vivimos porque fuimos maltratados en aquel momento”, manifestó.
El decano Reyes Coca también se refirió a situaciones complejas vividas en el actual Centro de Extensión de la sede Chillán, donde en ese entonces funcionaba la sede de la Universidad de Chile en Ñuble. “Hablamos desde la experiencia y de lo que vivimos a partir de ese entonces, por largos 17 años (…) Queremos en esta ocasión hacer este recuerdo. La memoria histórica es para siempre y en este campus universitario tenemos libertad de pensamiento”, aseveró.
La representante de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos de Ñuble, Teresa Retamal, rindió primeramente un homenaje a Fernando Romero Lagos, cuya familia recibió este 11 de septiembre su título póstumo en un acto especial de la Universidad de Chile.
Teresa Retamal precisó que dicho gesto es relevante para los familiares, quienes demandan y necesitan una reparación social. Asimismo, expresó que el campus La Castilla siempre le provoca recuerdos de juventud en atención a las vivencias ahí registradas. “Antes aquí había chacras y una gran alameda, y todos los compañeros que estaban aquí participaban en tomas de terreno; sectores que en este tiempo se llamaban Che Guevara, Inti Peredo y Elmo Catalán”, evocó.
La dirigente aseguró que desde hace 45 años demandan verdad, justicia y memoria. “Ninguna puede ir aparte de la otra, las necesitamos juntas. Necesitamos que nuestros familiares sean reparados porque eran hombres y mujeres que tenían ideales, que querían una sociedad mejor. Mujeres que querían más emancipación y más derechos. También hay niños desaparecidos, que solo querían ser niños y no les dieron esa oportunidad. Muchas mujeres desaparecieron con hijos en su vientre y solamente querían vivir”, acotó.
Teresa Retamal comentó que la justicia ha sido posible parcialmente debido a las solicitudes de media prescripción de las penas y a penas remitidas. “En este momento estamos luchando por una acusación constitucional hacia 3 ministros de la Corte Suprema por notable abandono de deberes, porque ellos no han sabido cumplir ni ejecutar la justicia; no pueden tener los mismos privilegios un reo común y un reo que ha cometido crímenes de lesa humanidad. Hay tratados internacionales y este país no los está cumpliendo”, aseguró.
También compartió su experiencia Bárbara Elgueta, coordinadora del Programa de Reparación y Atención Integral de Salud (PRAIS), quien concurrió junto a la usuaria María Elena Baeza
“Ambas somos hijas de personas que fueron afectadas directamente en sus derechos durante la dictadura y como hijas vivimos nuestra infancia desde una perspectiva bien específica, lo que fue construir la dictadura a través del relato, del silencio, de lo que uno observa en la infancia, a través de las miradas de nuestros profesores que no necesariamente podían hablarnos. A través de esta mirada nosotros hemos reconstruido una vivencia específica y en eso trabajamos muy a la par para poder generar reparación”, explicó Bárbara Elgueta.
María Elena Baeza mostró a los concurrentes una de sus arpilleras, tejidos de gran significado pues durante el periodo de dictadura dichas creaciones jugaron un importante rol de expresión contestataria y en muchos casos fue el medio de generación de recursos económicos para muchos familiares.
“Soy hija de un exonerado político, torturado y perseguido hasta el año 1987. Aquí (en la arpillera) quise representar parte de la historia que tuve con mi padre. Aquí estoy yo y mi madre, los militares y la Gobernación. La gente que está acá es la gente que estaba en la plaza de armas. Por ser la mayor de mis hermanos, acompañaba a mi madre para ver a mi padre que estaba detenido, y lo llevaban a la Gobernación para hacerle preguntas. Llevaban a profesores y alumnos de universidades, por lo que yo recuerdo. Estábamos horas esperando que salieran y a veces se escuchaban balazos. Afortunadamente mi padre siempre volvía a salir. Yo tenía 13 años y veía a otras personas que expresaban su dolor porque sus familiares no volvían a salir, ellas gritaban y eso es parte de mi memoria”, recordó.
La coordinadora de PRAIS, Bárbara Elgueta, explicó que la reparación no es una tarea simple y es por ello que se han hecho una promesa. “La promesa de no olvidar, reconstruir la historia y la promesa de hacer entender que cuando nombramos a nuestros familiares que ya no están, o que han sufrido, el hecho que nosotras todavía hablamos, existimos, tenemos hijos, nietos, significa que no ganaron, el hecho de respirar y continuar nuestra lucha, nuestra mera existencia significa haber ganado”, aseveró.
El sacerdote Fernando Varas destacó que al cumplirse 45 años del quiebre democrático es necesario reflexionar sobre el futuro del país. “Quienes aspiramos a la reconciliación de lo que hemos sufrido, debemos reconocer que hubo víctimas y por lo tanto queremos justicia y verdad, que nunca más en Chile vuelvan a ocurrir estos hechos que enlutan nuestra convivencia nacional. Muchos hemos sobrevivido a la tortura, a la detención en distintos lugares de encierro, violaciones a los derechos humanos, el exilio, pero hemos crecido y hemos perdonado, para que de esta manera se termine el rencor que existe entre los chilenos”, comentó.
Fernando Varas compartió con los presentes que el año 1973 era estudiante de la Universidad Técnica del Estado en Concepción, la actual Universidad del Bío-Bío, de manera que vivió directamente los rigores de aquel tiempo. “Afortunadamente, no llegué a la isla Quiriquina, pero visité lugares de torturas como el Estadio Regional. Eso me comprometió junto a los jesuitas de Concepción con la causa de recuperar la democracia”, recordó.
El sacerdote también valoró el espacio de libertad representado por la Universidad del Bío-Bío, abierta al pensamiento filosófico, religioso, al libre pensamiento, para que los profesionales de los distintos ámbitos puedan actuar y preservar la memoria. “Nunca más en Chile queremos la muestra de nuestros compatriotas, tan vilmente torturados, exiliados y que aún no aparecen. Por eso el duelo permanece en nosotros, sobre todo en los familiares de detenidos desparecidos”, reflexionó.
La académica Dra. Fancy Castro Rubilar leyó una reseña sobre el origen de la placa descubierta junto al memorial y su relación con el término de las Escuelas Normales. El Campus La Castilla cobijó durante varios años a la Escuela Normal de Chillán y por eso su vinculación.
“La Placa que se inaugura en el día hoy es un símbolo que busca rescatar la memoria de los caídos durante el golpe militar, fue ideada por un grupo de estudiantes de ingeniería comercial de nuestra Universidad, por allá por el 2010, sin embargo, hasta hoy no había encontrado el espacio y el ambiente adecuado para ser situada. A partir de ahora será parte de este espacio de reflexión y memoria de este campus universitario que es testigo interminable de la historia”, ilustró.
La académica Fancy Castro reseñó que los primeros meses de intervención a las escuelas normales por parte de las Fuerzas Armadas dejaron como saldo muchos estudiantes y profesores «detenidos, muertos, desaparecidos» y establecimientos totalmente desmantelados. “A modo de ejemplo, Roberto Ávila fue sacado de la Escuela Normal de Chillán por efectivos de la Policía de Investigaciones en octubre de 1973”, rememoró.
“Como comunidad universitaria buscamos que estos memoriales sean una oportunidad de aprendizaje para nuevas generaciones, que cuando transiten por este lugar sepan que hubo jóvenes que al igual que ellos y ellas tuvieron sueños, ideales y ganas de vivir intensamente, con un fuerte compromiso social (…) Que esta placa y los rostros plasmados en la pared les ayuden a meditar que la democracia se debe fortalecer cada día con la participación activa de los y las jóvenes esta patria”, reflexionó.
Durante el acto, la académica del Departamento de Artes y Letras, Dra. Maritza Aburto Durán, dio lectura a un texto de su propia autoría, y también tuvo lugar una actividad político-cultural denominada “Septiembre, poesía acción”, organizada por el académico Dr. Rodrigo Faúndez Carreño junto a estudiantes de la carrera de Pedagogía en Castellano y Comunicación.