A un mes de los acontecimientos, el 18 de octubre es y será una fecha emblemática para nuestro país a raíz de las diversas movilizaciones sociales producidas a lo largo y ancho de Chile. “Chile despertó” fue la consigna y el alza de 30 pesos de la tarifa en el Metro de Santiago, a comienzos de ese mes, el gatillante de una “molestia” que develó una realidad que se venía incubando por muchos años.
Por Dagoberto Pérez U.
Hay quienes señalan a esta crisis como fruto de la imposición despiadada del modelo neoliberal centrado en la producción y la generación de riqueza que sólo beneficia a unos pocos, amparada por una constitución nacida en tiempos de dictadura que blindaba privilegios para unos pocos y que este jueves 14 de noviembre se concordó cambiar, tras un acuerdo nacional con la casi totalidad de las fuerzas políticas para iniciar un proceso que permita su transformación.
Sin embargo, a la fecha, esta crisis ha tenido un alto costo, especialmente humano que se expresa en muertes, heridos y un contingente no menor de detenidas/os. Y sumado a los actos de vandalismo, saqueos y quema de infraestructura pública y privada.
Desde el ámbito de las Universidades se han dado señales claras de hacerse parte de la solución del problema. En declaraciones públicas manifiestan la necesidad de involucrarse y ayudar a resolver el conflicto.
La Universidad del Bío-Bío ha realizado una serie de actividades internas con la comunidad universitaria con la idea de abrir espacios de diálogo y reflexión en torno a lo que se está viviendo en el país. Desde el primer momento el rector Mauricio Cataldo, exteriorizó la intención de la comunidad académica por aportar a un nuevo pacto social.
Para profundizar sobre qué nos pasó y cómo salimos de esta crisis, consultamos a nuestros investigadores/as y académicos/as su parecer, sin más pretensión que conocer su mirada de este Chile que nos involucra a todos/as.
En ese contexto la profesora Fancy Castro Rubilar, coordinadora del Proyecto Dirección General de Género y Equidad, explica que esto es fruto de más de treinta años en que nos hicieron creer que la mayoría de la población era parte del crecimiento económico, con acceso a bienes de consumo, bajo condiciones de endeudamiento insostenibles para la mayoría de la población, junto con lapidar los recursos naturales. “El mundo miraba con mucho interés este laboratorio de implementación de políticas neoliberales, que significaron la privatización de los derechos sociales”, indica.
En términos similares se refiere la investigadora Dra. Antonella Cid del Departamento de Física. “Nuestro país estaba inmerso en un ‘sistema en equilibrio inestable’ y bastó una pequeña perturbación para que la burbuja en la que vivíamos reventase. El detonante pudo ser cualquier cosa, los 30 pesos del metro, los comentarios inapropiados de nuestra clase política, la dolorosa desigualdad de nuestra sociedad, el escandaloso saqueo de los recursos naturales, la falta de agua en Petorca, la desmedida represión policial, la quema de las estaciones de metro, y tristemente podría seguir enumerando”, reflexiona.
Este malestar social tiene raíces históricas -comenta la antropóloga Magaly Mella- y agrega que la sociedad chilena en sus orígenes se fundó sobre bases de la desigualdad, la exclusión e invisibilización de todo lo que no fuera parte del ideario republicano instalado por la elite oligárquica y aristocrática. “Construimos y normalizamos una sociedad tremendamente injusta, racista, clasista y maltratadora. Lo de hoy es una explosión de un profundo malestar que las/os jóvenes fueron capaces de obligarnos a salir de la burbuja de apatía, individualista y desesperanzada”.
Para la académica Soledad Reyes, jefa de la Carrera de Trabajo Social, lo que nos sucedió fue que naturalizamos la mercantilización de los derechos sociales como la educación, seguridad social, entre otros, lo que fue posible por una constitución que entregó estos derechos a los privados y redujo la presencia del Estado para resolver estos asuntos (rol subsidiario). “Además, nos indignamos con la clase política que, coludida con los grupos económicos, profundizaron este modelo. Sin embargo, ocurrió algo más nos dimos cuenta que el poder soberano es nuestro”, asegura.
Pero cómo salimos de esta crisis, cuáles son las propuestas que podrían abrir un camino de esperanza para una mejor convivencia para todos.
Para la académica Fancy Castro la primera señal debiera ser que la autoridad política efectivamente escuche las demandas de la ciudadanía, es decir, la necesidad de generar cambios estructurales que parten por lo acordado recientemente y que tiene que ver con fundar una nueva Constitución, por el medio más democrático posible como lo es una Asamblea Constituyente. “Debemos realizar un nuevo pacto social que conlleve instaurar políticas de equidad, como por ejemplo una educación de calidad para todos, donde las personas perciban que efectivamente es posible la movilidad social”, acota.
La Dra. Antonella Cid visualiza una salida a través de lo que se podría denominar un ‘sistema en equilibrio estable’, donde el crecimiento económico beneficie a todos directamente, donde el Estado deje de subvencionar la ganancia de las empresas y comience a garantizar los derechos básicos a la población. “Como una educación pública de calidad y libre acceso, salud pública de calidad y digna, un sistema de previsión social que no nos obligue a morir trabajando, los recursos naturales al servicio de las personas, no de multinacionales. Salimos de esto con una nueva Constitución que nos garantice eso como mínimo”.
Por su parte la investigadora social Magaly Mella reconoce que existen varios caminos para solucionar esta crisis, todos importantes. Como por ejemplo asumir que somos una sociedad dañada, que más allá de la construcción de una nueva carta magna y mejor redistribución económica, hay un asunto primordial que es de orden emocional y tiene que ver con reconocernos como sociedad en su diversidad y respetarnos como tal. “Parte fundante del malestar es la falta de respeto y atropello a las vidas de las personas que desde muchas maneras e instancias el Estado ha legitimado. Incluso al interior de la Universidad lo que acabo de señalar se reproduce diariamente. Otro paso importante, es plantearse la posibilidad de refundarnos como sociedad, uno realmente representativo de su diversidad étnica, cultural, inclusivo, participativo, moderno y democrático, sobre la base de principios y nuevos valores, los valores de una sociedad plurinacional e intercultural”, subraya.
En tanto la académica Soledad Reyes cree que la solución que se están planteando hasta ahora están en el marco del modelo de desarrollo vigente que ha provocado esta crisis, por lo tanto, lo que hace es seguir profundizando sus desigualdades y no sería la salida a esta situación. En este sentido su opinión es categórica y coincidente con lo mencionado en este reportaje y pone de relieve la trascendencia de nuevas reglas del juego. “La salida es una nueva constitución, a través de un mecanismo que cuente con la participación de la ciudadanía, como es una asamblea constituyente, con el propósito de definir o más bien redefinir el rol del Estado y donde se consagren derechos sociales fundamentales”, finaliza.
En su reciente visita a Chile el destacado sociólogo español Manuel Castells, profesor emérito de la Universidad de California-Berkeley, es coincidente en responsabilizar al actual sistema económico como uno de los factores que precipitaron la presente crisis. “El gran problema del capitalismo es que, si bien genera crecimiento, produce mucha desigualdad, lo que lo hace muy inestable y con cuadros de crisis recurrentes», señaló el académico.
Fuente: VRIP Comunicaciones