La realidad hasta hoy señala que los conflictos entre los beneficios humanos y ambientales surgen fundamentalmente por cuestionamientos sobre el uso de la tierra, la conservación de especies, el origen de organismos genéticamente modificados, el cambio climático, la contaminación química, entre otras muchas perturbaciones. En muchos de estos casos, las tecnologías proporcionan un claro beneficio humano, sobre todo cuando las personas ven mejoradas sus condiciones de salud. Entonces, desde un punto de vista antropocéntrico más inmediato, es justificable dañar el medio ambiente para obtener estas ventajas. Surge la pregunta ¿Quién debe pagar por la protección de los ecosistemas naturales?
Hace unos días la Sala de la Cámara de Diputadas y Diputados aprobó el proyecto de ley que crea el Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas en Chile. Esta nueva figura planificará ecológicamente las áreas silvestres protegidas, para ayudar al ordenamiento territorial incorporando gestión y coordinación, con una mirada integral. Si bien, sabemos que esta nueva institucionalidad será una aliada en la protección de ecosistemas, el rol de nuestra especie como co-habitante es poco claro. La mayoría de los sistemas éticos, y nuestra sensibilidad ética intuitiva, se centran en nuestras responsabilidades con las personas cercanas y que pueden verse directamente afectadas por nuestras acciones, y donde muchas veces, vida silvestre y todo el soporte biofísico de éste, no está incluido en el sistema económico actual. Entonces, este Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas podría ampliar sus impactos al incorporar en la consulta ciudadana, los dilemas que atañen a los pueblos originarios y sus propias cosmovisiones con acceso libre a la tierra, el agua o a ejercer sus tradiciones culinarias que son afectadas por las degradaciones ambientales actuales, además de incorporar la perspectiva de género como los movimientos ecofeministas que consideran una conexión directa entre la degradación de nuestro medio ambiente y la subordinación de las mujeres. Así, este nuevo servicio se transformaría en una oportunidad real para convertirnos en co-habitantes, porque debemos caer en la cuenta que el poder técnico que los seres humanos tenemos ahora, afectarán negativamente a las personas en el futuro, quienes cuestionarán nuestras decisiones éticas.
Pero ¿Qué pasa con Ñuble? ¿Nuestras áreas silvestres protegidas son suficientes para aportar al bienestar de todos sus componentes? La Reserva Nacional Ñuble, la Reserva de la Biósfera de Ñuble y Bío-Bío o la Reserva Nacional Los Huemules del Niblinto son los estandartes para la conservación en nuestra región, pero instalados geográficamente en ambientes cordilleranos. Entonces, áreas tan relevantes como el Cerro Cayumanque pierden fuerza como áreas de protección, donde se pueden encontrar especies amenazadas como el Liuto (Alstroemeria pulchra) clasificada como en Peligro de Extinción, el naranjillo (Citronella mucronata) árbol clasificado como Vulnerable, o el Pudú (Pudu pudu) clasificado como Vulnerable. Estas especies son valiosas en el presente y para las futuras generaciones, por lo que pensar en nuevas áreas protegidas para Ñuble se convierte en una responsabilidad para los/as tomadores de decisión. Por esto y más, celebremos los avances en la creación del Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas para un Chile más justo y un región con más áreas que conserven la biodiversidad.