Esta columna va dedicada con especial cariño a mi hija, Antonela, en su cumpleaños. Una biblioteca es un espacio del tiempo, ahí habita la vida misma, las crónicas de hechos que han quedado almacenados en el tiempo escrito como fríos testimonios en forma de papel. Una biblioteca, son espacios de silencios donde nos conectamos con aquella voz interior, una suerte de soliloquio que retumba como martillazos casi como aquel viejo dicho popular, que la letra con sangre entra.
El proceso de escritura es complejo, una idea como miles que nos abundan, debe ser materializada para que deje de ser aquello, solo una idea y se transforme en realidad, aquella deja de ser libre y comienza a ser regulada, tensionada y contenida por el espacio de escritura y las aparentemente punitivas fuerzas del lenguaje. El esfuerzo no es menor, lograr conectar una historia, que se edite, que se publique y que se lea, es prácticamente un lujo para escritoras y escritores. Este laborioso y noble trabajo desempeña un rol fundamental en nuestra sociedad, no solo fomenta el desarrollo cultural y el conocimiento. A través de la lectura, las personas tienen la oportunidad de sumergirse en diferentes realidades, estimulando la imaginación y la creatividad, permitiendo a cada individuo visualizar escenarios y personajes de manera única. Asimismo, la lectura mejora la capacidad de comunicación, al enriquecer el vocabulario y la expresión oral y escrita. Por último, la lectura amplía nuestras perspectivas y nos ayuda a desarrollar empatía hacia los demás, al ponerse en el lugar de los personajes y comprender sus experiencias. Al sumergirnos en las páginas de un libro, nuestra mente se transporta a nuevos mundos y escenarios, permitiéndonos visualizar imágenes y situaciones de manera vívida.
Con el advenimiento de la cultura online, el desarrollo de la tinta electrónica, la concientización del costo productivo del papel y las tensiones económicas de países que sufren fuertes apremios económicos, se pensaba que el libro impreso desaparecería. Está claro que imprimir hoy es sesenta por ciento más caro que hace cinco años atrás, aún así se sigue imprimiendo. E inclusive se editan tantos libros que es imposible que podamos leer todo lo que se publica. Es por esto que, en este mes del libro, en medio de las efusivas recomendaciones y las listas interminables de lecturas imprescindibles, es importante recordar también a esos libros que, por diversas razones, languidecen en el anonimato. ¿Qué define a estos libros olvidados? Podrían ser aquellos que no recibieron el respaldo de una editorial influyente, o cuya promoción fue insuficiente para captar la atención del público. También están aquellos que, a pesar de contar con una cuidada edición, no lograron conectar con los lectores debido a su temática poco convencional o su estilo experimental.
Tomemos, por ejemplo, «Las ciudades invisibles» de Italo Calvino, aunque no completamente olvidado, este libro ofrece una exploración poética y profunda de ciudades imaginarias que nunca podríamos visitar, pero que resuenan con las experiencias urbanas de nuestra propia realidad. Sin embargo, a menudo es opacado por otros títulos más populares.
O consideremos «El cuaderno dorado» de Doris Lessing, una obra que desafía las estructuras narrativas convencionales para explorar la identidad femenina y la integridad psicológica. A pesar de la relevancia del tema, el estilo desafiante de Lessing puede hacer que muchos lectores no lleguen nunca a la última página.
Incluso en la literatura nacional encontramos joyas ocultas como «El obsceno pájaro de la noche» de José Donoso, un “tour de france” de la literatura chilena que desentraña la identidad y la locura con una prosa que bordea el surrealismo. A pesar de su genialidad y su complejidad estilística, diversos títulos lo mantienen en la sombra.
Leer es un placer que hoy toma más fuerza que nunca, ante la saturación desmedida de imágenes en movimiento, de reel y de historias efímeras, leer un cuento, una novela o un ensayo nos permite escuchar nuestra voz y construir un soliloquio que nos desconecte de la multimedia.
Una recomendación de lectura, para este fin de semana, el texto más reconocido de Marta Brunet, publicado en 1957 Es «María Nadie», Brunet realiza una fotografía de la vida rural en Chile de inicios de la segunda parte del siglo XX, explora temas de marginalidad, pobreza y la lucha femenina por la autonomía personal. La obra se centra en la vida de María, una mujer que, a pesar de portar nombre genérico y común para la época, el que connota invisibilidad, posee una complejidad emocional que la autora despliega con gallardía a lo largo de la narrativa.
Utilizando un estilo realista para describir las duras condiciones de vida en el campo chileno, donde María y otros personajes se enfrentan a desafíos económicos y sociales que limitan sus oportunidades y afectan su dignidad. A través de María, Brunet aborda la doble marginación por ser mujer y vivir en la pobreza, destacando cómo estas identidades interseccionales moldean las experiencias de muchas mujeres en contextos similares.
Más que una simple crónica de adversidades, «María Nadie» es una obra sobre la resistencia y la esperanza. A pesar de las circunstancias opresivas, María muestra momentos de resistencia que desafían las expectativas impuestas por su entorno. Brunet no solo critica las estructuras sociales que perpetúan la desigualdad, sino que, también celebra el espíritu humano capaz de sobreponerse a ellas.
«María Nadie» es una lectura esencial para entender las dinámicas de género y clase en Chile, y es un testimonio de la habilidad de Brunet para capturar la esencia de la vida rural con una sensibilidad profundamente humana y crítica.