El Dr. en Historia, Joaquín Fermandois Huerta, quien además oficia como jefe del equipo asesor del Ministerio de Relaciones Exteriores en el litigio Chile-Bolivia ante el Tribunal de La Haya; junto al historiador y académico de la Universidad de Oregon, Estados Unidos, Dr. Carlos Aguirre Ramírez, y el director del Grupo de Estudio de la Realidad Contemporánea de Ñuble de la Universidad del Bío-Bío, Dr. Mauricio Rojas Gómez, aportaron sus apreciaciones sobre el fenómeno de la inseguridad y su relación con el Estado.
El panel Estado e Inseguridad en Chile y América Latina, fue convocado por el Grupo de Estudio de la Realidad Contemporánea de Ñuble de la Universidad del Bío-Bío; el Programa de Magíster de Historia de Occidente, y el proyecto Fondecyt Regular N°1140777, considerando la participación de destacados académicos nacionales y del exterior.
La experiencia peruana: El ejército y Sendero Luminoso
Cada uno de los expositores abordó el fenómeno desde sus particulares experticias y experiencias. Fue así como el académico peruano Dr. Carlos Aguirre Ramírez, quien ejerce su tarea investigativa y académica en la Universidad de Oregon, EE.UU., dio cuenta del proceso que significó para el Perú el surgimiento del grupo terrorista de inspiración maoísta, Sendero Luminoso, al despuntar la década de 1980, cuando dicho país se aprontaba a retornar a la democracia, tras varios años de dictadura militar. Asimismo, graficó la incapacidad del Estado peruano de enfrentar adecuadamente a dicho grupo, convirtiéndose finalmente en otro agente generador de inseguridad y violencia, según lo percibió la sociedad peruana de la época.
El Dr. Carlos Aguirre explicó que en 1980, tras 12 años de dictadura militar, el Perú eligió presidente a Fernando Belaúnde Terry. El mismo año, Sendero Luminoso irrumpe en la realidad nacional y declara el inicio de la lucha armada.
“Apareció como rayo en cielo despejado, según dijo un historiador. Salíamos de una dictadura, la gente estaba esperanzada con la vuelta a la democracia, y de pronto, un grupo desprendido de las varias ramificaciones de la izquierda radical declara la lucha armada. Es una ideología maoísta, un proyecto autoritario; su origen está en la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga en la ciudad de Ayacucho. Su líder, Abimael Guzmán, anunció no solamente el inicio de la lucha armada en Perú, sino que el inicio de la revolución mundial, una prédica mesiánica. Buscaban destruir el Estado porque habían llegado a la conclusión que el Estado peruano estaba absolutamente corrupto y había que destruirlo para construir una sociedad nueva, el paraíso utópico comunista”, explicó el académico.
El Dr. Aguirre Ramírez precisó que Sendero Luminoso no era una guerrilla al estilo guevarista, sino un aparato militar que utilizaba distintas tácticas guerrilleras, incluyendo acciones terroristas, cuyos blancos solían ser edificios del Estado, y que recurría al asesinato selectivo de alcaldes, líderes sindicales, dirigentes populares, entre otros, de manera que generaban gran terror e inseguridad en la sociedad. “La idea era generar un terror en la población de manera que en algún momento la gente tuviera que escoger entre el viejo Estado, y la promesa de una sociedad nueva y distinta”, expresó.
Según ilustró el Dr. Aguirre, Sendero Luminoso era un actor invisible, muy difícil de identificar, lo que aumentaba aún más la sensación de inseguridad y temor.
El historiador advirtió que el Estado peruano no estaba preparado para enfrentar a Sendero Luminoso, y es principio incluso lo subestimó, de manera que sólo en 1982, dos años después de que Sendero saliera a la luz pública, la autoridad política decidió encargarle al Ejército del Perú la lucha contra la guerrilla, lo que a ojos del historiador Aguirre Ramírez fue un tremendo error.
“Fue una decisión fatal. La mayor parte de los enfrentamientos se llevaba a cabo en las zonas andinas, y el ejército estaba formado por gente de la costa, criollos, mestizos, que fueron a los Andes, casi como un ejército de ocupación. Los soldados tenían estereotipos y prejuicios sobre los indígenas, y eso desembocó en un aumento exponencial de la violencia, ya no sólo la violencia de Sendero, sino también la violencia del Estado. Violencia indiscriminada, masacres, muertes y asesinatos de gentes inocentes. Se empieza a forjar la idea, en la mente de mucha gente, que el terrorista era un “indígena”. Entonces, los soldados llegaban a un pueblo indígena de los Andes, y veían potenciales terroristas por todos lados”, describió el Dr. Aguirre.
El Dr. Carlos Aguirre precisó que en la medida que la violencia de Sendero Luminoso aumentaba, y el Estado a través del ejército no lograba exhibir victorias o resultados en su lucha contra la guerrilla, se llegó a una situación límite de desesperación y el ejército comenzó a asesinar indígenas en forma indiscriminada.
“Hay varias masacres cometidas por Sendero Luminoso, pero también varias cometidas por el Ejército, en donde se castigaba a la población por ser sospechosa de ser cómplice de Sendero Luminoso. La respuesta del Estado, en lugar de ayudar a combatir a Sendero y en darle a la población un mayor sentimiento de seguridad, lo que hace es generar otra fuente de violencia y miedo. La población ya no sólo tiene miedo a la violencia indiscriminada de Sendero, sino también, en algunos casos, a la violencia del Estado. Es así como un gran sector de la población peruana quedó atrapada entre estas dos fuerzas autoritarias y violentas que buscaban intimidar. Fue una época de “guerra sucia” y de gran miedo en la población peruana”, explicó el historiador Carlos Aguirre Ramírez.
Estado e inseguridad en América Latina
El historiador, Dr. Joaquín Fermandois Huerta, comenzó su reflexión recordando la definición de Estado según la concepción de Max Weber, que reclama para sí (el Estado) el monopolio de la violencia física legítima.
“El Estado no existe sin la sociedad, y modernamente a la sociedad se le llama sociedad civil, que tiene que ver con la sociedad occidental y la modernidad de esta sociedad occidental de los últimos dos siglos y medio. Hay continuidad en la idea del Estado, que no surge por casualidad, es parte de la existencia humana. Han habido siempre las utopías; primero están los mitos del mundo feliz sin el poder, sin el Estado, y pienso que estos mitos tienen que ver justamente con la continuidad del Estado. Modernamente hay dos utopías, una más explícita, la socialista acerca del fin del Estado, y las liberales, que querrían en lo posible que no existiera (el Estado). Los libertarios, actualmente en EE.UU., dicen que no debería haber Estado salvo para un ejército pensando en la intervención extranjera, y todo el resto debe correr por cuenta de la sociedad”, ilustró.
El intelectual chileno comentó que existen miradas visiones positivas y negativas respecto del concepto del Estado, pero se debe reconocer que no hay sociedad civilizada sin Estado.
“Hay dos visiones del Estado. Uno, el Estado como garante, que es la autoridad que está detrás de la sociedad civil, que es la noción que tiene que ver con el mundo conservador-liberal, pero es una definición demasiado general, porque en la práctica es distinta. Tiene que ver con la democracia moderna como modelo occidental. La otra, es el Estado como transformador, el sujeto transformador de la sociedad. Aún, como en el caso del marxismo clásico, en nombre del fin del Estado. Marx pensaba que con la revolución comenzaba a deshacerse el Estado. Los sucesores de Marx estimaban necesario primero esta concentración, pero después de la derrota o colapso de aquello contra lo cual luchaban, entonces vendría este fin del Estado”, ilustró el Dr. Fermandois Huerta.
El Dr. Joaquín Fermandois explicó que en el marco de las sociedades abiertas, la capacidad del Estado fue aumentando, pero al mismo tiempo, comenzaron a verse claramente los límites de éste. De hecho, en Chile, partir de la década de 1950, se vuelve gravitante la interrogante acerca de los límites que debe tener el Estado y hasta donde se puede llegar, mientras algunos sectores estimaban que el Estado debía tener todas las herramientas posibles.
“En la era post-ideológica existe una baja del protagonismo de las grandes persuasiones ideológicas tradicionales surgidas de la creación de la política moderna, de fines del siglo XVIII y comienzos del XIX. El fin del protagonismo de los cambios radicales, y la aparición de movimientos endógenos, un neonacionalismo, más liberal, menos liberal, menos radical, y el fenómeno del fundamentalismo islámico, que es un fenómeno que está dentro de un cierto círculo cultural, un círculo cultural que se expande de una manera extraña (…) Sólo en América Latina hay una especie de neomarxismo especial. El marxismo clásico no está como estuvo entre 1900 y la década de 1970, pero sí hay una especie de neomarxismo en el mundo de la cultura y en el mundo intelectual en las sociedades abiertas. En América Latina es muy relevante y puede tener una traducción política importante”, expresó el académico.
“La expresión más clásica en nuestra época con relación a pensar el Estado, es pensar la política y la crisis de la política (…) Con la era post-ideológica se da la crisis de la política. Yo digo que esto no es necesario, pero es un fenómeno que hay que tener en cuenta. La democracia en sí misma es la idea de la crisis, pero colocada delante de nosotros. Entonces, cuando se dice “la crisis de la democracia”, sí, la democracia siempre va a estar en crisis, por supuesto que hay diferencias de grado. Yo diría que estamos frente a un abuso de la idea de crisis de la democracia. La democracia es crisis”, aseveró el historiador Fermandois Huerta.
“Por qué la seguridad en América Latina. Porque América Latina tiene un alto grado de inseguridad, yo sé que hay algo subjetivo en esto. Creo que los índices tienen un valor limitado para pensar la realidad social. Pero, considerando el índice de asesinatos por cada 100 mil habitantes, las ciudades de América Latina, especialmente sus capitales, tienen un alto grado de violencia (…) Santiago y Montevideo en estas estadísticas casi siempre aparecen más bajo. Creo que en Chile ha aumentado la violencia de rasgos criminales y pongo una fecha, desde 1982, y ha seguido aumentando casi sin parar”, ilustró.
“América Latina tiene un alto grado de este tipo de crisis y de violencia criminal que no se condice con la posibilidad que ha tenido el continente. Hay mucha discusión sobre dónde hay que cargar los dados, yo los cargo en nuestra inhabilidad política, pero no absoluta. En América Latina no hemos llegado a ser un modelo de civilización política contemporánea; ha habido grandes figuras pero no de una civilización política contemporánea”.
Hacia el final de su disertación, el Dr. Joaquín Fermandois puso énfasis en la estrecha ligazón entre Estado y sociedad humana, así como rescató el valor del concepto de “civilización”, como espacio donde es posible que valores contradictorios puedan coexistir.
“El Estado va con el orden humano, con la sociedad humana, y tenemos que cuidar al Estado. No puede hacer todo; algunas pocas cosas las tiene que hacer lo mejor posible y eso va a ayudar. El Estado va con lo público en la sociedad moderna, si es que aceptamos una sociedad abierta, vale decir, el modelo occidental de democracia. Cierto es que la democracia, el orden y la seguridad, si no van acompañadas con otros procesos, que los sociólogos llaman la modernización social y económica, va a estar trunca”.
“El valor de la civilización. En el mundo intelectual el concepto “civilización”, ha pasado a tener un carácter demoníaco, fundamentalmente asociado a represión. Yo me atrevería a rescatarlo porque fuera de la civilización no hay un orden humano; hay una idealización de la sociedad arcaica. Yo defino civilización como coexistencia de valores contradictorios, que no se pueden sintetizar jamás, pero pueden coexistir, y hay civilizaciones donde coexisten muchos valores contradictorios”.
“El tema de la seguridad en América Latina es un tema también de la sociedad civil y de lo público, no sólo del Estado”, concluyó el Dr. Joaquín Fermandois.
Estado e inseguridad en Chile hacia fines del siglo XIX y comienzos del XX
El Dr. Mauricio Rojas Gómez dio cuenta de algunos de los resultados obtenidos en el marco del proyecto Fondecyt Regular N°1140777, vinculado a temáticas de control social y sentimiento de inseguridad en Chile hacia fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX.
“Cuando Nietzsche dice que Dios ha muerto, en realidad allí muere una época, hacia fines del siglo XIX. Entre la vida de Hegel (1770-1831) y Nietzsche (1844-1900), se produce un cambio cultural en el mundo, que coincide, en el caso chileno y latinoamericano, con la adopción del modelo liberal de desarrollo, que se va enquistando, introyectando (…) La transformación que se produce es la disolución del criterio de razón histórica. La disolución del criterio de razón histórica da al tacho de la basura con la estructura de la lógica de razón que venía del pensamiento griego. Esto es, “todo lo racional es real, y todo lo real es racional”, lo que es conocido con el nombre de panlogismo hegeliano. El panlogismo hegeliano nos había estructurado el mundo de una manera tremendamente racional, pero con Hegel todo eso se acaba y se pierde el fundamento de certeza. ¿Y qué nos queda después de Hegel? Nos queda la historia, y qué es la historia, la ciencia de lo incierto. La historia nos coloca en una situación de incerteza, perdemos las certidumbres y eso nos provoca un grado de inseguridad increíble”, ilustró el Dr. Rojas Gómez.
El amplio número de opciones fundamentalistas que se observa en la actualidad, según lo entiende el Dr. Rojas Gómez, se explicaría por la necesidad de tener certezas en un mundo que se revela altamente inseguro.
“A mi juicio, lo que hoy tenemos en las sociedades, más que un concepto de diversidad, es el concepto de distinción. La diversidad implica la aceptación de la diferencia. Los valores que existen en la sociedad son múltiples. Los valores, como orientaciones de vida, muchas veces son antagónicos, irreconciliables e irrenunciables, pero en un momento determinado tienen que llegar a algunos acuerdos para poder coexistir. Pero los fundamentalismos representan justamente la negación de la racionalidad del otro, y se llega a un criterio radical, en el cual la única verdad que existe es la mía. ¿Para qué? para tener certeza en un mundo que me parece inseguro”, explicó el investigador.
Junto a la disolución del criterio de razón histórica, también se observa el proceso de secularización de las sociedades y la entronización del capitalismo. Y en este punto es importante considerar los discursos que adoptan las elites liberales que toman el poder político, según advierte el Dr. Mauricio Rojas.
“En Chile, hacia 1880 los sindicatos de trabajadores reclamaban por el derecho al trabajo. La sociedad se va monetarizando, se va urbanizando, y hay que civilizar las costumbres. Esto va provocando un cambio cultural tremendo, y entre estos cambios culturales está el Derecho de Propiedad. Y el Derecho de Propiedad se da porque cuando la gente comienza a insertarse en el régimen capitalista, comienza a tener dinero y a tener bienes. Lo jurídicamente tutelado es lo que se va a proteger, y es así como comenzaremos a proteger los bienes de las personas. Los delitos más comunes, los más perseguidos y los más sancionados, eran justamente el robo y el hurto. Lo interesante, es que durante los primeros 30 años del siglo XX, el robo y el hurto no subieron. Algo similar ocurre desde 1870. No hay un aumento del robo, pero la población sí se sentía tremendamente insegura”, esgrimió el académico.
La prensa de la época, según explicó el Dr. Mauricio Rojas refleja y al mismo tiempo alimenta el sentimiento de inseguridad, relevando reclamos y demandas de la sociedad vinculados con la necesidad de percibir mayor sensación de seguridad.
“Hacia 1873, en el diario “La Democracia”, ligado a sectores obreros de Concepción, hay un reclamo reiterado. Un editorialista dice lo siguiente: “La población, por su parte, reclama mayor vigilancia, más seguridad, los barrios apartados, que son siempre los focos perennes de desórdenes, son los que exigen con mayor anhelo la policía”. Es decir, ya no solamente quieren la policía y la protección policial el centro de la ciudad, sino que ahora están planteándose los barrios más apartados”, destacó el Dr. Rojas.
En este escenario, la derecha económica, según expresó el Dr. Mauricio Rojas, manifiesta posturas reveladoras:
“Un señor, un editorialista, Julio Menadier, un hombre muy preparado, dice en el Boletín de la Sociedad Nacional de Agricultura: “¿Cómo solucionamos el problema de la conflictividad social? Sigamos el modelo europeo. Que las clases peligrosas se transformen en clases trabajadoras”. Por lo tanto, hay que educarlos, darles formación gratuita, formación técnica. De hecho, se cambió el estilo de la educación. En Chile predominaba el estilo francés del liceo, pero desde 1880 en adelante, se adopta el estilo alemán del gimnasio, con educación técnica. Entonces, se educa a la población, se le paga mejor, de manera que tenga acceso al consumo, y luego de eso, se le transforma en consumidores. Es decir, esta fue una estrategia pensada, no es una casualidad. Eso va quedando en la conciencia de los sujetos; estamos hablando de una cultura ligada al capitalismo, no es sólo una cuestión económica”, ilustró el investigador de la UBB.
Esta opción implicó repercusiones que fueron provocando un cierto grado de inseguridad, que se hace notar hacia 1940 con el aumento de la tecnología en los ámbitos de la seguridad y la criminalidad, como fue el caso de la identificación criminal.
“La inseguridad está dada por dos cosas básicamente. Por algo que me provoca inseguridad, pero también está dada por una demanda insatisfecha. Pero, ¿los robos habían aumentado? ¿Tanto había cambiado la sociedad? Lo cierto es que no; se creó un discurso en el cual la sociedad se sentía insegura y entonces se empezó a destinar recursos, a mejorar la ciencia y a explicitar el avance que se había tenido para la protección de las personas. En realidad, la delincuencia no había aumentado, pero sí habían aumentado otras cosas, por ejemplo, el sensacionalismo de la prensa, y es así como la población se sentía insegura. Esa es una parte del proceso de modernización del periodo, cuando la sociedad cambia, y el Estado protector debe dar solución a ese problema de inseguridad”, aseveró el Dr. Mauricio Rojas Gómez.
El Dr. Mauricio Rojas explicó que el sentimiento de inseguridad se entiende como un entramado de representaciones, de discursos, de emociones, pero también de acciones. “Esta construcción es a la vez, teórica y práctica ¿por qué? Por una parte están contenidas las emociones provocadas por el delito, por ejemplo, la ira, el enojo, la impotencia, ante un delito, y por otra parte, las acciones tanto individuales como colectivas, al igual que las preocupaciones políticas y la gestión de la inseguridad. Es decir, el sentimiento de inseguridad, a diferencia del miedo que tiende a inmovilizar, tiende a la acción”, concluyó el investigador.