En un texto titulado “Visión de Chile 1920-1970” publicado en el año 1980, obra en que se dan cita diversos intelectuales chilenos convocados para dar una mirada experta sobre el Chile de aquel periodo fundamentalmente sobre temas históricos, institucionales, económicos, jurídicos, sociales, y culturales. Desde cultura escribe el intelectual y voraz lector Jorge Edwards. El intelectual señala un antes y un después para la literatura chilena a fines del siglo XIX, colocando como hito a la guerra civil ocurrida en Chile en el año 1891. Edwards cita como ejemplo algunas obras como “Los trasplantados” de Alberto Blest Gana, en donde se muestra las prácticas cotidianas de la oligarquía chilena y su constante coqueteo con los modos y prácticas de la alta sociedad francesa. Menciona además la novela de Luis Orrego titulada “Al través de la tempestad” obra que, como una suerte de relato cívico militar, narra los antecedentes de aquella cruenta época de nuestro país. Edwards destaca el Chile literario de esas primeras décadas del siglo XX, prolíficas además en monografías históricas, en un afán de destacar las personalidades que marcaron aquella época en el contexto de cambio de siglo y con la celebración del primer centenario patrio. En esta temática literaria se destacan la obra referida a Arturo Alessandri Palma de Ricardo Donoso o el texto de Carlos Vicuña Fuentes denominado “La tiranía de Chile”. En creación se destaca la obra “Vientos Contrarios” de Vicente Huidobro, o “Golondrina de Invierno” de Víctor Domingo Silva entre otros. Si bien, mi especialidad está lejos de ser la literatura, es un ejercicio cotidiano el de leer, por mera pulsión, por necesidad de conocer, por estudiar o por el noble deseo y anhelo académico de lograr el hoy llamado “capital cultural”. Los libros son apasionantes, tienen la capacidad de envolver y permitir viajar con la imaginación a mundos inexistentes o inexplorados.
Si de libros se trata, quien mejor conoce su historia en nuestro país es Bernardo Subercaseaux, que similar al estilo del historiador francés Roger Chartier, sistematizó un trabajo titánico respecto al origen del libro en Chile, su obra, que recaba antecedentes desde la colonia hasta el celebrado bicentenario patrio del 2010, da cuenta en poco más de 300 páginas de la actividad editorial en esta tierra, donde las ideas pero también la llegada de la imprenta, le han dado el carácter tan significativo que el libro tiene, a pesar de los avances tecnológicos en dispositivos con tinta electrónica, en este país aún se prefiere leer en papel. Subercaseaux señala en su investigación, que el libro existe desde la colonia, pero no es hasta 1842 con la fundación de la Universidad de Chile, cuando se establece una estructura de lo que sería la impresión de aquellas ideas rectoras, con ello señalamos no sólo al libro sino también diarios y revistas. En aquella época Chile proyectaba una serie de hitos culturales, no sólo en literatura con la figura de José Victorino Lastarria, también en pintura con la llegada de Johann Moritz Rugendas y Raymond Monvoisin, entre otros intelectuales. Una mujer que destaca es la británica Mary Grahamm, quien dos décadas antes, en 1822 instala una imprenta en la carpa de Lord Cochrane con el objetivo de imprimir proclamas al pueblo chileno. Otra mujer de significativa relevancia en aquella época es la chillaneja Carmen Arriagada, quien a través de una relación a través de decenas de cartas con el pintor Rugendas, inaugura el género literario de lo epistolar.
El avance en la tecnología, la importación de papel, tinta y máquinas impresoras por parte del estado chileno generan una mayor demanda de lectura. Como imagen de muestra es el icónico cuadro pintado por Cosme San Martin en el año 1874, titulado “la lectura” en ella se aprecia justamente una familia compartiendo esta afición que, para la época era un pequeño lujo burgués, ya que el libro posee un alto costo, pero también quienes saben leer son pocos, aunque en aquella pintura, San Martin ilustra a una mujer leyendo frente a lo que serían supuestamente sus padres y hermanos, sin duda acá se refleja que alguna vez la lectura, por ser una actividad de suma importancia, debía de realizarse en familia. Entre fines del siglo XIX e inicio del siglo XX no todo era lujo, en aquella época comienza a masificarse una actividad de lectura más popular, me refiero a la llamada “lira popular”, ésta circuló en Chile aproximadamente entre el 1870 y 1930, el objetivo era difundir canto a lo humano y a lo divino, poesía y otras noticias escritas en décimas. La lira popular se vendía en los principales centros de alta concurrencia, como mercados, ferias, estaciones de ferrocarril entre otros. Una característica que actualmente ha llamado la atención de diversos investigadores, era la característica imagen hecha en xilografía y estampada sobre un tercio del pliego, esta imagen tenía el objetivo de poder comunicar a un público que no sabía leer, pero que si podía al menos acercarse en parte a lo escrito a través de estas imágenes, por ello hoy llama la atención de investigadores al ser una hebra que permite acercarse desde otra vereda hacia las costumbres del Chile de hace cien años.
Las técnicas de impresión han variado mucho en estos casi ciento ochenta años desde la sistematización de la edición de libros, periódicos y revistas. Pero un cambio significativo se dio hace poco más de 50 años con la inclusión del diseño editorial, disciplina que le asignó la característica fundamental al libro, convirtiéndolo así en una experiencia única no sólo desde la dimensión semántica, sino además desde la apertura a la consideración del público lector, un factor de la cual, hasta corrida la primera mitad del siglo XX poco se había considerado. Pero en atención a la necesaria extensión de la temática relacionada al diseño editorial lo dejaremos para una próxima presentación.