Con el correr del tiempo, hemos visto que este nuevo siglo, ya en su segunda década nos deviene algo más que las proyecciones imaginadas dentro de las afamadas películas de ciencia ficción. El pasado 2023 nos dejó un tema instalado en la palestra, sobre todo en lo que a educación refiere, cito a la denominada inteligencia artificial, curiosamente, la mayoría de los medios de comunicación y portales noticiosos no establecen un relato que señale sus ventajas o el apoyo que la tecnología brinda como complemento, sino más bien se señalan los temores y alcances de ésta por sobre las personas y que cada día la singularidad está más cerca, como tituló su libro más reconocido el afamado ingeniero de Google, Raymond Kurzweil. Un elemento fundamental en el desarrollo humano como lo es la educación ha manifestado su preocupación, profesores que dentro de su centenar de labores y quehaceres deben además integrarse rápidamente a un mundo que pareciera más atractivo para niños, adolescentes y jóvenes. Hemos sabido, por diversos medios que Francia, por ejemplo, recientemente prohibió el uso de teléfonos móviles dentro de la sala de clase, ante esta drástica medida, quienes trabajamos o educamos a través y con tecnología nos preguntamos si es una buena o mala decisión. Para la mayoría de las personas que habitan nuestro país desconocen que Chile goza de una renovación y acceso a estos aparatos que es envidiable para nuestros vecinos, en Argentina o Brasil un móvil de “alta gama” son privativos para la mayoría, no obstante, en esta larga y angosta faja de tierra existen diversas opciones de endeudamiento para portar y renovar uno.
El teléfono celular es la gran adicción de este siglo, qué al igual que el cigarrillo en los sesentas, o el alcohol a principio del pasado siglo XX, su consumo no tuvo mucho rechazo popular, normalizándose incluso dentro de actividades deportivas, hospitales, trenes y en la publicidad. Hoy casi nadie se atrevería a salir sin su teléfono móvil, incluso, un reportaje de la BBC señala que vemos aproximadamente 300 veces el teléfono al día, incluyéndose en este conteo por ejemplo cuando vemos la hora o una notificación o simplemente por verlo.
El teléfono móvil está lejos de ser aquel equipo destinado en su génesis para recibir o realizar llamadas, inclusive en este sentido hace unos días escuchaba una conversación mientras viajaba en microbús, que hoy sólo llaman las empresas de cobranzas y aquellas que ofrecen algún servicio, como por ejemplo el cambio de plan telefónico. Lejos de ser una ironía y una molestia para muchas personas que reciben una llamada esto es absolutamente cierto incluso, el sitio “the Atlantic” señala que los primeros segundos en una llamada son los más tortuosos e incómodos, lo que antes era un acto de placer y atención, hoy se ha transformado rápidamente en un espacio indeseado. ¿Cuántos de los que leen esta columna tienen una Tablet, un celular, un parlante y un reloj conectado simultáneamente? Inclusive si esto no fuera poco, para contestar la llamada nos conectamos los audífonos inalámbricos para movernos constantemente dentro o fuera del lugar, con el objetivo de lograr una mejor conexión, pero en Chile aún no se experimenta la saturación de líneas telefónicas y antenas de empresas de telefonía como lo viven en Europa, donde prácticamente no hay una comunicación fluida. Es cierto, los deseos de consumo de las personas cuando eligen un equipo móvil, está lejos de que consideren si el equipo tiene una buena recepción de llamadas o no, son más importantes la cantidad de cámaras que poseen (a veces sin tener una noción mínima de composición y discurso visual fotográfico), el procesador, la memoria ram, los Hertz e incluso la velocidad de carga, pero la llamada es lo que nada importa. Es en este sentido cuando señalamos que, como una adicción muy aceptada socialmente, aparece todo un mercado del deshecho tras él. Es increíble ver la cantidad de tiendas dedicadas al souvenir telefónico, carcasas, protectores de pantalla, hub de carga, soportes, trípodes y un largo etcétera que ocupa grandes extensiones de terreno comercial en pleno centro de todas las ciudades. Marshall McLuhan tiene más vigencia que nunca con aquel texto que señala la tierra como una aldea global, hoy estamos más globalizados que nunca en la historia de la humanidad, vale la pena hacerse la pregunta si está bien o no. En este sentido, todas las ciudades parecieran que su paisaje urbano está constituido por este neo paisaje cultural. El antropólogo francés Marc Augé publicó hace pocos años un texto titulado “Los no lugares”, en este manuscrito, el autor señala que los aeropuertos son lugares sin identidad local, un aeropuerto francés es exactamente igual a uno en Chile, no hay diferencias ni en el idioma. Hoy estos no lugares se hacen mucho más extensivos, por ejemplo, a la plaza o centro comercial de cualquier ciudad. A pesar de esta dedicación a la comunicación ad infinitum, donde tenemos la mayor cantidad de uso de datos compartiendo información hemos perdido esta capacidad de intercambio de ideas. Leyendo el texto “Las redes del caos” de Max Fisher, recomendado por un gran amigo, me percato sobre lo vulnerables que estamos ante estos equipos, los algoritmos son tan efectivos que basta con una búsqueda inicial muy simple, para que ésta se vaya cotejando con las siguientes hasta construir tendencias de comportamiento, de esta manera se establecen certezas que incluso logran transformarse en acciones performativas desde esa compañía digital.
Respecto al uso o no del móvil dentro de las aulas, negarse sería un error, pero es la institución académica quien debe proveer el equipo y las aplicaciones dentro de ellas, no el estudiantado, así al menos se salvaguarda que el uso se tendrá un fin educativo y no como un distractor en constante camino al no lugar.