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Publicado el 07 de octubre del 2024

Formar profesionales con perspectiva de género: Un paso crucial hacia una sociedad equitativa

Por Soledad Reyes Pérez
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En 1949, una empresa de ingeniería diseñó el primer maniquí de pruebas para autos basado en las características de un hombre promedio de la época. No fue sino hasta 50 años después que la doctora Astrid Linder desarrolló el primer maniquí con cuerpo femenino, tras evidenciar que las mujeres tienen un mayor riesgo de sufrir lesiones graves como el latigazo cervical, en accidentes automovilísticos. De manera similar, en el ámbito de la salud, la doctora Bernardine Healy destacó que los profesionales médicos a menudo subdiagnostican el infarto agudo de miocardio (IAM) en mujeres, debido a que los criterios diagnósticos están basados en síntomas típicamente masculinos.

SI bien es cierto, lo descrito anteriormente no son situaciones que sucedan de manera exclusiva en áreas como la ingeniería o la medicina, son ejemplos de un problema más amplio que afecta a la totalidad de las áreas profesionales. La ausencia de una mirada de género en la formación de profesionales perpetúa desigualdades que son históricas. Por ello, las universidades deben incorporar la perspectiva de género en la formación de profesionales, esto es esencial para corregir estas desigualdades y dar lugar a que las necesidades y experiencias de todas las personas, independientemente de su género. Este enfoque es clave para avanzar hacia una sociedad más justa y equitativa.

Organizaciones de mujeres y feministas han impulsado reformas en diversos ámbitos que han transformado las vidas de millones de mujeres y personas sexo genérica diversas en el mundo. A partir de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer realizada en Beijing en 1995, los Estados participantes se comprometieron a adoptar la transversalidad del enfoque de género en las políticas públicas y en todo el quehacer estatal, como estrategia para promover los derechos de las mujeres (ONU, 1995).

En el ámbito de la educación, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) ha tenido un papel relevante para el desarrollo de políticas públicas educativas con perspectiva de género en los distintos países (UNESCO, 2014). En Chile, el Ministerio de Educación creo la Unidad de Género para impulsar la transversalización de la perspectiva de género y en el año 2021 se dictó una ley para la prevención, atención, sanción y erradicación de la violencia en las Instituciones de Educación Superior, así como también a la transversalización de la perspectiva de género en esas instituciones.

El concepto de transversalización de la perspectiva de género se refiere a los procesos que buscan que la perspectiva de género atraviese todas las áreas del quehacer universitario, así como también la organización y procedimientos de las Universidades (Buquet, 2011). Esto considera, las leyes y normas universitarias, determinaciones presupuestarias, paridad de género en cargos de autoridad y organismos colegiados, erradicar el acoso sexual y la violencia de género, así como el uso de un lenguaje no sexista. Adicionalmente, contempla paridad en los liderazgos de equipos de investigación, así como una vigilancia epistemológica, pero también del ejercicio de investigación, permanente ante los sesgos de género. Esta perspectiva debe atravesar también programas educativos; el curriculum explícito, es decir lo que está escrito en un programa académico, pero también por el curriculum oculto, es decir, todo lo que se aprende en la universidad de manera simbólica, interpersonal e inconsciente. 

En este sentido, la formación de profesionales desde una perspectiva de género, contribuye, no solo a promover la equidad de género, sino también a mejorar la calidad y efectividad de las prácticas profesionales en los diferentes campos. Como afirma Joan W. Scott (1997) la perspectiva de género contribuye a una comprensión más compleja de la realidad social, al cuestionar aquellos saberes que han ignorado o invisibilizado a las mujeres y otras identidades de género.

Asimismo, estudios como los de Londa Schiebinger han demostrado que la inclusión de la perspectiva de género en campos como la medicina, la ingeniería y las ciencias sociales fomenta también la innovación y el rendimiento. Por ejemplo, la investigación médica que toma en cuenta las diferencias de género ha permitido realizar diagnósticos más precisos y tratamientos más efectivos para hombres y mujeres. De igual forma, la ingeniería que considera una gama amplia de usuarios ha llevado a soluciones más seguras y adecuadas para más personas. Por lo tanto, se trata de enriquecer la formación profesional en general y no solo para las mujeres. Las y los profesionales formados en esta perspectiva están más preparados para abordar problemas complejos de una forma más inclusiva y ética, lo que termina beneficiando a la sociedad en su conjunto. Como argumenta Sandra Harding (1991), un enfoque científico y profesional que ignora las diferencias de género es incompleto y, por lo tanto, menos capaz de resolver los desafíos que enfrentamos en un mundo cada vez más diverso.

Finalmente, abordar los desafíos inherentes a la equidad de género y la educación en justicia social en el contexto sociopolítico contemporáneo es urgente, es una demanda social, que más allá de los fallidos intentos constitucionales, sigue presente en tal como lo revela el último informe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), por lo tanto, es urgente que las universidades avancen en esta materia.

Soledad Reyes Pérez

Lury Soledad Reyes Pérez, académica del Departamento de Ciencias Sociales.

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