“Identidades Abyectas, Construcciones Socioculturales y Mediáticas de la Anormalidad, Chile 1927-1973” se denomina el libro publicado por el académico del Departamento de Ciencias Sociales, Dr. Marco León León, a través del Centro de Estudios Bicentenario. La investigación explora la concepción y representación de la categoría de «anormalidad» en la sociedad chilena durante gran parte del siglo XX. Para ello, se vale de publicaciones impresas de corte académico, policial, y revistas y diarios del periodo.
El Dr. Marco León precisó que la obra surge a partir de un proyecto Fondecyt (2021) denominado “Anormalidad y medios impresos: Representaciones socioculturales respecto de sujetos y grupos anormales durante el Chile desarrollista (1927-1973)”, y se refiere a cómo las ideas y estereotipos vinculados a la anormalidad fueron difundidos y sustentados por distintos actores, desde profesionales en áreas como la psiquiatría, el derecho y la criminología; por las instituciones policiales y académicas; hasta los medios de comunicación masiva.
El análisis se basa en tres tipos de publicaciones: académicas-disciplinares, como la Revista de Psiquiatría y Disciplinas Conexas y la Revista de Ciencias Penales; policiales como la revista Detective, Criminología y Policía Científica, y Criminología, de la Policía de Investigaciones y la Revista de Carabineros de Chile, y de carácter masivo como Ercilla y Vea, y diarios de tono sensacionalista como Clarín y Las Noticias Gráficas, así como en La Tercera de la Hora.
La anormalidad
“La categoría de anormalidad es sumamente amplia, ambigua y todavía tiene usos y proyecciones, a pesar de que el concepto sea políticamente incorrecto. Sin embargo, en algún momento de la historia chilena el concepto fue bastante común y utilizado en distintos escenarios y soportes ¿A qué me refiero con eso? al hecho que podía utilizarse en una cátedra universitaria, en una publicación académica y también en algún comentario o en una crónica o reportaje de una revista o diario de circulación masiva en donde, por supuesto, el público lector tenía un perfil distinto al de una revista académica”, ilustró el autor.
El Dr. León precisó que, a lo largo de la investigación, se examina cómo estos discursos, generalmente negativos y vinculados a ideas racistas y clasistas, encontraron su lugar tanto en publicaciones especializadas como en medios de prensa masivos. En dichas publicaciones, la «anormalidad» fue atribuida a figuras como delincuentes sexuales, drogadictos, alcohólicos, homosexuales y personas con enfermedades mentales, quienes eran presentados como elementos perturbadores fuera de lo que se entiende por normalidad.
“Si bien esta es una investigación que, como toda indagación histórica, tiene un marco cronológico determinado, no significa que las temáticas tratadas, necesariamente, se circunscriban solo a ese periodo. Estimo que tienen proyección porque hoy pueden ser nominadas o mencionadas de otra manera, insisto, porque quizás estamos demasiado preocupados de lo políticamente correcto, pero eso no significa que hayan desaparecido las situaciones de racismo, de discriminación, así como las connotaciones despectivas hacia distintas personas, particularmente con lo que hoy denominamos salud mental”, explicó.
Una construcción relacional
El investigador UBB precisó que la connotación negativa de lo que se entendía por anormalidad tiene, ciertamente, un sentido normativo. “Lo que sostengo es que la anormalidad es una construcción relacional, ¿a qué me refiero con esto? Es una construcción en la medida que es algo elaborado por distintos agentes, distintas autoridades, distintos profesionales y a través de los medios de comunicación, que también elaboran un discurso. Es una construcción relacional con su opuesto que es la normalidad. En la medida que yo destaco más lo anormal de otra persona, de un grupo, de una situación o de una determinada institución, afirmo más mi normalidad, afirmo el hecho de que yo estoy en la vereda correcta, que estoy en las ideas y en las creencias correctas, en la postura que se debe tener”, argumentó.
Desde esa perspectiva, la anormalidad asoma incluso como algo políticamente necesario en ciertos contextos. “Muchas veces se busca una suerte de enemigo común que sea identificable, y esos enemigos identificables son los que describe el libro, vale decir, delincuentes y criminales, especialmente los de carácter sexual, no estrictamente ellos, pero sí especialmente ellos. Son los que más generan, por ejemplo, la atención de una nota en una revista académica o, por supuesto, de distintos reportajes en las revistas y en la prensa de la época. Están también los drogadictos, los alcohólicos, los homosexuales y por supuesto, los ‘locos’”, describió.
En línea con lo anterior, el Dr. León señaló que estás tipificaciones e identidades atribuidas, usualmente se entrelazan con otras, vale decir, un criminal de carácter sexual también puede ser homosexual, drogadicto, alcohólico, aumentando mayormente la condición de anormalidad de los sujetos.
Enfoques que persisten
Aunque en el ámbito académico la visión lombrosiana -que atribuye la conducta a determinismos biológicos- ya ha sido superada, este enfoque seguía vigente en el discurso mediático, mostrando la fuerza y persistencia de estas ideas en la construcción de identidades anormales. Tal es el caso del modo en que la prensa retrató a Jorge del Carmen Valenzuela Torres, apodado como “el chacal de Nahueltoro”, etiquetado como un sujeto anormal y relacionándolo con conceptos como animalidad o bestialidad.
“Esa anormalidad se vincula a un tema atávico, un tema biológico, y se hace la relación con la animalidad, con apodos que proyectan características animales en personas. Hoy, por supuesto, se ocupa muchísimo menos, aunque todavía la denominación de chacal se emplea en crímenes muy violentos o cuando las víctimas son personas ancianas o menores de edad”, advirtió el Dr. Marco León.
El Dr. Marco León cuenta con una trayectoria de más de 20 años en el estudio de temas relacionados con la construcción sociocultural de la criminalidad. Este nuevo libro complementa su línea de investigación y sienta las bases para futuros estudios, incluso proyectados hacia la época de la dictadura militar en Chile.