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Publicado el 25 de julio del 2023

¿Qué quieren las imágenes?

Por Alejandro Arros Aravena
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Durante la historia de las imágenes según los prolíficos textos que han aparecido desde hace un tiempo, podemos inferir que existen variadas respuestas teóricas a una pregunta de cierta manera reduccionista e incluso cuestionable y que guarda relación con el ¿cómo nacen las imágenes? No obstante, no fue sino hasta la tercera década del siglo XX cuando las influencias realizadas algunas décadas antes por parte del teórico del arte alemán Aby Warburg, donde comienzan a plantearse las primeras preguntas por sobre ¿que buscan o pretenden las imágenes? Esta pregunta sobre el poder de las imágenes es más antigua aún, de hecho, es en el barroco (1656) cuando el pintor español Diego Velázquez se auto representa en el cuadro “Las Meninas” junto a los Reyes de España Felipe IV y Mariana, es el momento en el cual comienza a entenderse el poder que podía ostentar un artista dentro del desarrollo pictórico discursivo de su época al generar obras complejas desde el punto de vista epistémico.

Con el desarrollo tecnológico del siglo XX, específicamente en lo referente a la visualidad, surgen una serie de instancias y teóricos planteándose la pregunta de ¿qué quieren las imágenes?

Una primera respuesta se encuentra en el teórico inglés John Berger, quien en su clásico texto ¿Por qué miramos a los animales? El autor señala una reflexión aludiendo a las imágenes que producen los animales los cuales viajan con un marcaje propio de su personalidad, muchas veces éstas hablan con nosotros de manera silenciosa, devolviendo la mirada en búsqueda de aquel involuntario soliloquio que cada uno construye en el momento en que interpretamos lo que vemos. El sociólogo y teórico cultural jamaiquino Stuart Hall, establece ciertas precisiones en este aspecto, Hall enfatiza que no puede establecerse una pregunta tal como ¿Qué significa esta imagen? Debido a que no hay una ley taxonómica que asegure que aquella pregunta tenga un significado verdadero y que estos no cambien o se alteren durante el tiempo.

Las imágenes nos seducen y en esa tensión a su vez nos interpelan a cada minuto. Sin ir más lejos, hasta sólo un par de años atrás, era muy común escuchar sobre “retratos e imágenes a las que sólo les faltaba hablar”, entendiendo que esa sola privación era la única condición que separa que un retrato no posea vida. Esto es bastante errado, incluso el filósofo francés Jean-Luc Nancy fue uno de los primeros en sistematizar el diálogo que establecemos con las imágenes, éstas nos dicen cosas, interpretamos su mensaje y aquella interpretación siempre está relacionada a la capacidad de la experiencia acumulada, el capital cultural o de sus conocimientos fundamentado en las tradiciones propias de la historicidad bajo el análisis del arte y en último término la comunicación.

Hoy convivimos en el “pictorial turn”, como señaló Tom Mitchell, esto en clara oposición al “linguistic turn”, en sintonía a que vivimos en una era de las imágenes, de los pictogramas, de las visualidades sinfín. Hablar entonces de este “giro pictórico” es colocar en tensión que las imágenes están ahí, incluso podría establecerse en este juicio que las imágenes no son sombras o espectros, sino aparentes seres vivos y por lo tanto pletóricos de deseo por tanto generan un poder que influye en quien sintonice con aquella relación. W.J.T. Mitchell señala en este sentido que si bien, sabemos que una fotografía de nuestra madre es un objeto que carece vida, pero aún conscientes de ello, estaríamos imposibilitados moralmente en destruir aquella fotografía en función de los recuerdos que en esta imagen habitan. Un ejemplo que sistematiza este poder moral, es justamente la propaganda, recordemos a la imagen universal norteamericana de la primera guerra mundial cuyo origen gráfico se remonta incluso cien años antes, esta propuesta, me refiero al afamado “Tío Sam”, fue diseñada por James Montgomery Flagg. El Tío Sam que con su dedo apunta a los jóvenes a alistarse para el servicio militar, analizando esta imagen vemos que el “Tío” un hombre entrado en edad, desprovisto de vigor que no tiene hijos, sino solo sobrinos, y que, en aquella condición, pide apoyo de padres para que le ayuden en la misión de defender un país al cual él ya no puede defender.

¿Es entonces, la imagen una máquina del tiempo?, o mejor dicho, la pócima de la eterna juventud, acá es preciso revitalizar la obra maestra de Oscar Wilde hago referencia a “El retrato de Dorian Gray”, en aquel libro la metáfora es la belleza como aspecto único de juventud, pero esta juventud no es otra cosa que el leitmotiv principal de la existencia humana desde épocas primitivas, que se deja en evidencia más en la medida en que los seres humanos han tomado conciencia de ellos mismos; estamos hablando del miedo a envejecer y por consiguiente a desaparecer. Releyendo este texto, pareciera que aquella lucha entre ética a través de Basil Hallward, un burgués quien personifica la postura ética y cree en la función pedagógica del arte; y lord Henry Wotton, un esteta que considera atrasada esa moralidad burguesa que domina la Inglaterra de finales del siglo XIX y no quiere oír nada que tenga que ver con realismo vulgar, miseria y pobreza. Para él está bien todo aquello que proporciona placer, y, por consiguiente, está mal todo aquello que no lo proporciona.

Hoy pareciera que al igual que el texto de Wilde hemos elegido a lord Henry Wotton, guiándonos tal como hace más de 130 años, por un hedonismo victoriano del cual somo fieles representantes, incluso desarrollando el sentido del habla a una imagen a través de diversas tecnologías, para dotarla de humanidad y que ésta sea partícipe de la toma de decisiones como una suerte de  consigliere, inclusive cuando nos sentamos detrás de un volante y creemos que conducimos en un mundo de decisiones que no pasan más por llegar más rápido en el mismo viaje al cual van yendo cientos y miles de personas guiadas a través de propia suma de imágenes aportados por ellos mismos que viajan además con el mismo fin.

Alejandro Arros Aravena

Alejandro Arros Aravena Director Depto. de Comunicación Visual UBB

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