Un constante recuerdo de aquel imaginario popular, presente en ferias, “ramadas” y también en esas incontables máquinas presentes en centros comerciales, todos estos espacios donde habita un pequeño juguete que busca ser el regalo fundamental de día de los enamorados, también el juguete preferido de un niño que coquetea semi olvidado en un automóvil, en un cajón de juguete, quizá alguno con más suerte que otros, duerme al lado de la almohada de la habitación y que atesora algo más que polvo sobre su sintético pelaje, siempre cuidando y procurando no lavar para no destruir la carga estética emotiva que toma forma del afamado “peluche”. Pero este juguete o compañero ¿puede ser el sinónimo de la banalidad de la belleza?, según el artista estadounidense Mike Kelly, en este obsequio se esconde al receptor de este regalo como un esclavo de aquella deuda.
Esta dinámica analítica, donde algo tan común y corriente como un peluche, se da inicio a un texto tremendamente llamativo sobre la conceptualidad del arte actual, hago referencia al texto titulado “El fracaso de lo bello” de Pablo Caldera, joven escritor español y que he tenido la oportunidad de de leer en formato de papel digital a través de formato epub.
Pablo Caldera construye una más que interesante revisión al concepto de la “mirada de lo bello” durante el pasado siglo XX, recordemos que en aquel siglo se construyó no sólo una mirada del arte, sino todo un mercado que se ha dispuesto para comprender, o más bien justificar lo que es o no es arte, lo que es alta cultura y por consiguiente lo que pertenece a la baja cultura. Por ejemplo, según Caldera, es dentro del siglo XX donde se establece la posición elegida por otros para que sea posible fundar y gozar la apreciación del circo, el teatro, el cine, u otras actividades cobijadas del concepto sobre lo que es cultura. Por ende, no existe o lisa y llanamente no se aprecia un cuestionamiento sobre las prácticas, más bien solo hay una entrega irrestricta a la distancia, que es la zona de resguardo entre obra y receptor. Esta “distancia” es a modo de ejemplo, como la delgada capa de metal que nos separa de estar dentro o fuera de un avión a quince mil pies de altura.
Este nuevo escenario, técnico y discursivo, se construye bajo la premisa de la “falta de tiempo” (contradicción fundamental con la mirada, ya que para que esta sea correcta, se requiere tiempo, atención y dedicación). Para quienes nos empinamos casi sobre las cinco décadas, seguramente tuvimos que realizar cotidianamente en un pasado cada vez más lejano, un sinfín de trámites, que seguramente eran parte del tedio o de aquel momento cero, por ello mirar en la fila de un banco, en la espera de atención, o en un viaje de microbus, fue la dialéctica en donde sólo fue posible construir miradas en tiempos muertos. Y es justo acá donde el escenario del tiktoker gana terreno, conociendo la falta de tiempo del observador en detrimento de lo observado.
La estrategia es seducir desde el inicio, se nos ha inculcado que no es bueno hacer filas, no es bueno hacer trámites, no es bueno dedicar tiempo a nada, todo se puede construir desde la tecnología, es por ello que aparecen estos microvideos, que vienen a educar, divertir y señalarles que ni siquiera necesitan leer el libro, porque alguien se lo va a narrar en la menor cantidad de segundos posibles, indudablemente hemos caído, somos entonces parte de esta nueva mirada.
Pablo Caldera continua esta crítica punzante, con una serie de argumentos sobre lo que entendemos por bello, como por ejemplo la comprensión del concepto de estética está anidado en las personas como un ámbito abierto de libre elección y no como un espacio normativo y estructurado con una cuantiosa literatura y teoría enriquecida fundamentalmente desde el renacimiento hasta nuestros días, curiosa contradicción es ver que el oxímoron está presente, por ejemplo, en la forma de vestir o en el arte.
¿Es el arte o la imagen de éste, un escenario sin dueños?, donde quienes observan en esta suerte de escenario donde “matamos el tiempo”, ¿se apropian en microsegundos de la correspondencia estética? Claramente no podemos responder esto con una verdad absoluta, sino responderemos cuestionándonos respecto a diversas interpretaciones, para entenderlo de una forma más cercana, imaginen ustedes, que están dentro de un museo que exhibe cuantiosas obras de connotadas y connotados artistas, usted está en una sala cuando se escucha el inconfundible sonido del cristal al quebrarse, Alguien ha roto accidentalmente una obra escultórica de esa materialidad, nadie fue, no hay un sólo el testigo de aquel hecho, usted recuerda que unos jóvenes correteaban sin mucha prolijidad dentro del museo, ¿serán los culpables? Claramente no lo sabemos, pero si todas las personas que estaban dentro del museo se reunieran y cada uno construyera o reconstruyera su recorrido, lo más probable es que lleguemos a una verdad interpretada. Pablo Caldera apela a algo parecido, somos parte de una interpretación de miradas donde lo más seguro es que aquellos segundos previos al accidente de la obra de arte dentro del museo, hayan sido grabados por una cámara de seguridad que no interpreta, no utiliza sentido común sino, muestra en pantalla al o la culpable. Es por ello que aquellos segundos de TikTok nos parecen una verdad que circula dentro de un escenario que rompe con el fracaso de lo bello.