Dedicada a todos los papás, en especial a Abraham, mi padre. Llover a la antigua es una cita popular que se solía decir, más bien que se suele decir cuando hay lluvias como las que hemos vivido estos días. Más allá de establecer juicios técnicos sobre si es mucha o poca lluvia (cosa que escapa a mi conocimiento técnico), es fundamental aceptar que hay consenso en que la tragedia es evidente y que miles de personas están sufriendo, más aún entendiendo que el invierno no ha llegado todavía. Vaya mi saludo y solidaridad con las personas, especialmente a la denominada «zona cero» en mi Curanilahue natal.
Cuando las tragedias asolan, hay muchas personas anónimas trabajando incansablemente para que se restituya un ápice de normalidad, entendiendo que esta palabra está en constante tensión hoy por hoy. Esos anónimos son la fuerza y motor de un pueblo y lo que nos define como humanos. Bertolt Brecht, el poeta y dramaturgo alemán, reconoció a tantas y tantos anónimos que permiten que logremos ese estado de normalidad. En su poema «Preguntas de un obrero que lee» Brecht escribe:
«¿Quién construyó Tebas, la de las siete puertas?
En los libros figuran los nombres de los reyes.
¿Arrastraron los reyes los bloques de piedra?..
En las tragedias y desastres naturales, nuestro país siempre demuestra dos cosas: el espíritu de solidaridad de anónimas personas que, embebidas de un rol (bomberos, carabineros, funcionarios municipales, etc.) o simplemente por amor al prójimo, abandonan su comodidad para entregar algo incluso más escaso que los recursos económicos: el tiempo, que, junto a la vida, es lo único que no se puede recuperar.
Para quienes quedamos en casa, por una u otra razón, una primera recomendación es evitar el sensacionalismo que prodiga la televisión abierta. Pareciera que los noticieros y los controversiales matinales fueran los «catones de la moral» de la realidad chilena. Como bien señala el académico e investigador Dr. Carlos del Valle, el enemigo y la enemización son constructos mediáticos. Una sociedad capturada por los imaginarios del sensacionalismo, es per se una sociedad cautiva.
Volviendo a las lluvias y temporales, para quienes quedamos en casa hay algunos textos que, almacenados en bibliotecas añosas, pero que gracias a repositorios digitales como «Memoria Chilena» (www.memoriachilena.cl), podemos consultar. Algunos libros para leer y edulcorar nuestro propio imaginario y acervo cultural, relacionados con lluvias, tempestades e inclemencias climáticas invernales, son los textos de Francisco Coloane. En su libro «Tierra del Fuego» se relata la lucha de las personas contra los implacables elementos naturales en el extremo sur de Chile, una temática que resuena con las intensas lluvias y desbordes de ríos que han afectado al centro del país en estos días. Así como en los relatos de Coloane, donde los personajes enfrentan tormentas y la furia del mar, los habitantes de las regiones de Maule, Ñuble y el Bío Bío han tenido que lidiar con la crecida de ríos y las condiciones meteorológicas adversas que han causado evacuaciones y daños significativos. En ambos contextos se subraya la resiliencia y la capacidad de adaptación de las comunidades chilenas frente a los desafíos naturales.
Otro texto para consultar esta semana es el libro «El sur» de Luis Sepúlveda, que evoca la esencia del paisaje sureño de Chile, donde las lluvias persistentes y el ambiente melancólico forman parte de la vida cotidiana. Este entorno sureño, caracterizado por la adaptación de las personas al clima adverso, se refleja en las recientes lluvias en las regiones de Maule, Ñuble y Bío Bío. En las narraciones de Sepúlveda, la lluvia no solo es un fenómeno meteorológico, sino también un elemento que define la identidad y la resistencia de las comunidades. A diferencia de la lucha contra los elementos descrita en «Tierra del Fuego» de Coloane, donde la furia del mar y los temporales ponen a prueba la supervivencia de los personajes, «El sur» se centra más en la conexión íntima y cotidiana con los modos de vida, donde el protagonismo podríamos atribuirlo a la lluvia. La narrativa de Sepúlveda destaca cómo la vida sigue adelante bajo la lluvia, influyendo en la cultura y el día a día de las personas, y cómo encuentran momentos de belleza y reflexión en medio de las inclemencias del tiempo. Este enfoque en la relación cotidiana y cultural con el clima complementa el contexto de las recientes inundaciones y desbordes de ríos en el centro-sur de Chile, mostrando otra dimensión de la fortaleza interna y la adaptación a los desafíos naturales.
Finalmente, un texto que guarda más relación con lo que representa nuestra filiación al territorio es «Curepto es mi concepto». Esta obra se distingue por su enfoque en la relación entre literatura y territorio. Estos aspectos han marcado la literatura del escritor talquino Mario Verdugo, quien utiliza la localidad de Curepto como un punto de partida para explorar cómo los espacios geográficos son representados y reinterpretados dentro de la literatura chilena. La obra se compone de una serie de ensayos que abordan la construcción de imaginarios espaciales y la manera en que estos influyen en la identidad cultural. Verdugo, en su prosa y en este texto en particular, emplea un enfoque crítico que cuestiona las nociones tradicionales de lugar y pertenencia, proponiendo una relectura de los territorios a través de la lente de la poética. A lo largo de sus ensayos, se destaca su habilidad para vincular lo local con lo universal, ofreciendo mapeos literarios que invitan al lector a reconsiderar su percepción del espacio. La obra no solo es un homenaje a Curepto, sino también una reflexión sobre cómo los escritores chilenos dialogan con sus entornos y los transforman en elementos esenciales de su narrativa.
En tiempos de adversidad, la literatura nos ofrece una ventana para reflexionar sobre nuestra resiliencia, recordándonos que, aunque enfrentemos grandes desafíos, siempre podemos encontrar fortaleza en nuestras historias y comunidades.