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Publicado el 14 de octubre del 2024

El consumo rápido de noticias: Superficialidad y anestesia informativa

Por Alejandro Arros Aravena
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El impacto del consumo rápido de noticias en nuestra percepción pública es una de las transformaciones más notables de la era digital. Hoy en día, acceder a la información es tan sencillo como deslizar el dedo sobre la pantalla del teléfono o abrir una red social. Las noticias nos llegan de manera casi automática, sin que tengamos que buscarlas. A través de notificaciones, titulares impactantes y resúmenes breves, nos encontramos constantemente con información sobre eventos globales. Esta nueva forma de consumo, rápida y fragmentada, ha comenzado a moldear la manera en que comprendemos el mundo y tomamos decisiones, muchas veces sin darnos cuenta.

Uno de los fenómenos más relevantes en este contexto es el consumo incidental de noticias. Es decir, la manera en que nos encontramos con información sin haberlo planificado. Mientras navegamos por nuestras redes sociales, revisamos mensajes o vemos un video en YouTube, de repente nos topamos con un titular que nos informa de un nuevo conflicto, de una catástrofe natural o de un cambio político. Este tipo de interacción con las noticias se ha vuelto parte de nuestra rutina diaria, pero es importante preguntarse: ¿qué efecto tiene sobre nosotros? Al recibir información de manera fragmentada, nuestro enfoque tiende a ser más superficial, muchas veces solo leemos los titulares sin profundizar en el contenido. Esto genera una falsa sensación de estar informados, cuando en realidad solo tocamos la superficie de los acontecimientos.

Lo que ocurre es que vivimos en una era en la que la amplitud de los contenidos es inmensa, pero el abordaje es generalmente muy superficial. Nos enfrentamos a noticias sobre temas que van desde la crisis climática hasta la última película de moda, todo en el mismo flujo de información, todo reducido a pequeños fragmentos que compiten por nuestra atención. A medida que navegamos de una noticia a otra, rara vez nos detenemos a reflexionar o a profundizar. Pasamos de un conflicto bélico a una noticia deportiva y luego a un escándalo político en cuestión de segundos, sin tiempo para comprender realmente las complejidades de cada situación. Esta amplitud sin profundidad genera una especie de desconexión entre el consumidor y la información que recibe. Es como si todo fuera importante, pero nada lo fuera realmente.

Este patrón de consumo tiene consecuencias más profundas de las que solemos notar. La saturación de información y la fragmentación ad infinitum de las noticias puede llevarnos a un estado de anestesia informativa. Recibimos tantos estímulos a lo largo del día que terminamos insensibilizándonos ante los acontecimientos que deberían afectarnos de manera más directa. Es decir, por la manera en que consumimos las noticias, no porque haya una intención deliberada de adormecernos, sino porque la naturaleza misma de los medios digitales nos satura, llevándonos a un punto en el que la cantidad supera a la calidad, y nuestra capacidad de atención y procesamiento se diluye. De alguna forma, el consumo acelerado de información termina minando nuestra habilidad para reaccionar de manera crítica ante los eventos importantes. Todo se vuelve efímero. Los eventos que deberían mantener nuestra atención se ven rápidamente desplazados por el siguiente escándalo, la siguiente crisis, el siguiente titular impactante.

No es necesario que haya una conspiración detrás de esto. Muchas veces, esta anestesia informativa ocurre de manera no intencionada. Los medios de comunicación, en su afán de estar presentes en las redes sociales y de generar tráfico hacia sus plataformas, crean un exceso de contenidos que buscan competir por nuestra atención. Lo mismo ocurre con las empresas tecnológicas que controlan estas plataformas, que están diseñadas para maximizar nuestro tiempo de interacción. En esta batalla por nuestros clics y nuestra atención, se prioriza la inmediatez y el impacto por sobre la profundidad y el análisis. Como resultado, terminamos inmersos en un océano de información que nos sobrepasa, y en lugar de sentirnos más informados, nos sentimos agotados, desconectados y, paradójicamente, desinformados.

El filósofo y sociólogo Jean Baudrillard, en su obra La sociedad de consumo, advirtió sobre los efectos que tiene la saturación de estímulos en la sociedad moderna. Aunque sus ideas se centraban más en el consumo material, sus observaciones son inquietantemente pertinentes cuando se trata del consumo de información en la era digital. Baudrillard sostenía que la sociedad está inmersa en una realidad donde los símbolos y las imágenes sustituyen la experiencia directa, y esto es exactamente lo que ocurre hoy con las noticias. En lugar de tener una conexión auténtica con los eventos que afectan nuestras vidas, nos vemos rodeados de representaciones efímeras, simplificadas y distantes, que diluyen nuestra capacidad de actuar o de entender la magnitud de lo que está ocurriendo. Esto produce lo que otro filósofo, Martin Heidegger acuñó como la ataraxia o la imperturbabilidad del ser, estamos tan consumidos por la diversidad de noticias, tanto en medios escritos como audiovisuales que ya nada nos sorprende.

El exceso de información no es necesariamente algo malo. La posibilidad de estar informados sobre lo que ocurre en el mundo es un logro importante de nuestra era. Sin embargo, la velocidad y la manera en que accedemos a esa información son factores clave que determinan cómo la interpretamos. Hoy más que nunca, es crucial que tomemos el tiempo para detenernos, reflexionar y buscar profundidad en los temas que nos interesan o que nos afectan como sociedad. De lo contrario, corremos el riesgo de vivir en una realidad superficial, donde el conocimiento profundo y el pensamiento crítico son reemplazados por el ruido constante de las notificaciones y los titulares vacíos.

El desafío está en encontrar un equilibrio entre la inmediatez y la profundidad, entre la necesidad de estar informados y la capacidad de procesar esa información de manera significativa. Solo así podremos evitar caer en la trampa de la anestesia informativa y comenzar a recuperar una comprensión más completa y crítica de los eventos que moldean nuestro mundo.

Alejandro Arros Aravena

Alejandro Arros Aravena Director Depto. de Comunicación Visual UBB

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