Queremos acelerar el camino para que exista ciencia y tecnología en Chile, en cada región del país. Con estas palabras, el presidente de la República Gabriel Boric anunció, en su cuenta pública del 1 de junio recién pasado, la creación de un fondo de financiamiento estructural específico para el desarrollo de la investigación en las universidades. Según precisó posteriormente la ministra de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, Dra. Aisén Etcheverry, el nuevo instrumento tendrá un fuerte componente territorial y coexistirá con el actual sistema de concursos. Comenzará a operar el próximo año, con montos que se asignarán en la Ley de Presupuesto 2024, en una fase piloto para la que se seleccionarán algunas instituciones.
La inversión nacional en ciencia y tecnología no supera el 0.4% del producto interno bruto, muy lejos del 2.3% promedio de los países de la OCDE con los que aspiramos a compararnos. En un mundo en el que la creación y aplicación del conocimiento es un pilar fundamental de la competitividad de las naciones, Chile requiere de una mayor inversión pública y privada en esta área, así como de diversificar los mecanismos de financiamiento.
La concursabilidad ha sido eficiente en cuanto nos ha permitido alcanzar altos niveles de productividad y debe mantenerse, como se ha dicho que sucederá. Pero no es suficiente para crecer orgánicamente e impulsar líneas de investigación con una mirada más estratégica. Los fondos concursables no se hacen cargo de una realidad: Chile no tiene un desarrollo territorial armónico, que permita que en cada región existan la infraestructura y los recursos que se requieren para hacer ciencia y tecnología. Tampoco resuelven la desigualdad de oportunidades entre géneros, disciplinas o para científicos y científicas jóvenes.
Estas brechas estratégicas pueden ser muy nocivas para el país. Es necesario complementar la vía de los concursos con fondos estructurales para abordar proyectos en ámbitos de mayor complejidad, conformar equipos multidisciplinarios de largo plazo, construir laboratorios, generar condiciones laborales adecuadas para investigadores e investigadoras y escalar propuestas para una mejor aplicación y transferencia de resultados.
La alta productividad y el desarrollo en ciencia y tecnología se sustenta principalmente en las comunidades académicas de todo el país. Ellas, con el respectivo soporte institucional, generan la mayor parte de la investigación científica. Resulta del todo razonable recurrir a convenios con las universidades para, en un trabajo conjunto, entender sus requerimientos, reforzar sus capacidades y acelerar su desarrollo.
La creación y transferencia de conocimiento es una de las áreas misionales de la Universidad del Bío-Bío, la única estatal de las regiones del Biobío y de Ñuble. No podemos sino aplaudir esta iniciativa. Nos alegra que -tal como lo señaló la ministra Etcheverry en la visita que efectuó a mediados de junio a nuestra sede en Concepción- el nuevo instrumento de financiamiento marque un camino a seguir: sin dejar de lado la concursabilidad, generar las condiciones para hacer más y mejor ciencia en todo el país.
El Sur de Concepción, 13 de agosto de 2023
La Discusión de Chillán, 23 de agosto de 2023