Se ha vuelto un lugar común decir que “el agua es vida” y que debemos cuidarla. Las alarmas que plantean el grave escenario futuro de disponibilidad de agua debido a la sobreexplotación de cuencas y las consecuencias de la crisis climática se han repetido largamente. Pero, se ha reiterado y manoseado tanto el llamado al cuidado de las aguas que éste se termina volviendo vacío.
Cuando un mensaje se vuelve vacío corremos dos grandes riesgos. Primero, que el llamado a la acción que está contenido en el mensaje pierda fuerza y no termine con-moviendo. Un segundo riesgo es que detrás del llamado a tomar “conciencia sobre la crisis hídrica” se instale la agenda de un grupo de interés particular, pero que se plantee como un beneficio universal.
Esto último lo podemos ver en la región de Ñuble. Una parte del gremio agrícola de Ñuble sueña con una región potencia agroexportadora. Para ese sueño, asegurar agua para el aumento de agroexportaciones es una bandera constante y tiene como materialización las propuestas de embalses en la región (E. Nueva Punilla, E. Zapallar y E. Chillán). Se suele plantear la discusión de los embalses sólo en términos técnicos, y especialmente ingenieriles. Hablar de política para discutir sobre agua y agricultura suele tacharse rápidamente de “ideologización”. No obstante, quienes investigamos desde la ecología política comúnmente alertamos sobre ¿quiénes son los principales beneficiados con estos proyectos? ¿sobre qué desigualdades vigentes en la relación con el territorio y las aguas se promueve iniciativas como estos embalses? En este caso, investigaciones que hemos realizado en Ñuble dan cuenta de una concentración en la apropiación de las aguas en la región, evidenciada en los beneficios en obras de riego y en la propiedad de los derechos de aprovechamiento de agua.
Por otro lado, es llamativa la persistencia de construir embalses en tiempos en que en otras latitudes se cuestiona su eficacia para enfrentar los desafíos futuros. En un reciente y ampliamente divulgado artículo científico, Vahedifard et al. (2021) resumen la postura creciente en EE. UU. sobre los embalses desde las Ciencias de la Tierra y la Ingeniería Civil y Ambiental: “mucho de los problemas de hoy son causados por las soluciones de ayer. Los embalses que alguna vez fueron construidos con orgullo para facilitar el desarrollo económico ahora son criticados por convertirse en fuentes de problemas ambientales y socioeconómicos sin precedentes” (Vahedifard et al., 2021).
Bajo una falsa dicotomía entre el “progreso de la agricultura” y la caricatura de un “ecologismo anti-economía que sólo quiere naturaleza pura” se invisibiliza que existen variadas propuestas menos perturbadoras de ecosistemas y comunidades, y más adaptables a un futuro de incertidumbre climática. Infiltración para recarga de acuíferos, embalses fuera de línea, sistema de captación de aguas lluvias, llanuras de inundación, reforestación de cuencas con bosque nativo, y restauración de vegas, humedales, ríos y estuarios, son sólo algunas de esas propuestas.
Pero más allá de las propuestas X, Y o Z, es clave conversar sobre el futuro deseado por quienes viven en Ñuble, y dentro de eso, el tipo de agricultura y relación con el agua que se quiere en la región. Los embalses son sólo una alternativa de futuro posible, entre varias. Urge ampliar la discusión sobre los muchos destinos posibles de Ñuble, su agricultura y sus aguas.