Hoy, que se discute en el Congreso nuevos incentivos a la industria forestal, quizás, como reacción a las declaraciones de sus máximos representantes empresariales, en cuanto a que Chile ya no es competitivo para su industria, debemos recordar que, en la década del 80’, actores privados y estatales pregonaban el avance y desarrollo, económico y social, que traería para las localidades rurales la industria forestal.
Hoy, cuarenta años más tarde, me pregunto: ¿se aprecia lo prometido? Al menos permítanme dudar. Pero vamos más allá, hagamos un simple ejercicio, ¿Cuántas innovaciones se han patentado y comercializado en términos de maquinarias, procesos y productos forestales? ¿Cuán involucrada está la industria forestal con nuestras universidades regionales? Después de cuarenta años de explotación forestal ¿nos hemos proyectado como una región innovadora en la madera? o es que solo nos dedicamos a acumular riqueza y repartir pobreza, profundizando las desigualdades territoriales que se prometió aplacar. La verdad que no lo sé, pero pienso que, si no es así, poco se ha hecho por mostrar los partenariados generados entre la industria forestal y las universidades locales, tampoco se han difundido las innovaciones y patentamientos, que, made in Chile y, mejor aún, made in Biobío, han cambiado la industria forestal global.
Y si bien en el último tiempo escuchamos slogan que intentan homologar monocultivos forestales como bosques y se menciona uno que otro centro de investigación, parece ser una campaña algo extemporánea. En resumen, si vamos a seguir fomentando la industria forestal, esperemos que esta vez se condicione a un aporte sustancial al desarrollo local, basado en la innovación y el conocimiento.
